La brujería ha estado siempre presente en la cultura tradicional y por tanto merece un enorme respeto. Realmente se cree en las brujas; basta con pasear por Villarino de los Aires o abrir los ojos y mirar las señales externas de esta creencia.
Las brujas en la creencia popular de Salamanca
La brujería es la visión popular de todo lo malo. Cuando le pasa algo malo y no sabe cómo interpretarlo, acusan a las brujas de ser las responsables. Todos los pueblos en Salamanca tenían, y tienen, sus brujas, porque todos los pueblos aún necesitan explicar las cosas malas que cada día les pasan a sus habitantes o a sus posesiones. Según la creencia popular, las brujas tienen el poder de echar voluntariamente el temido mal de ojo, tanto a personas como a animales domésticos.
Sin embargo, esa influencia maligna se extiende más allá de las personas, ya que las supuestas brujas pueden ejercerla por envidia sobre los campos o las viviendas, que constituyen el pilar esencial donde se concentran todas las posesiones familiares.
En la casa tradicional de Salamanca el hombre ha desplegado durante siglos una estrategia mágico-religiosa para protegerla de posibles agresiones físicas o espirituales. Estos daños podían tener su origen en la naturaleza, pero también en los poderes de algunas vecinas, con frecuencia calificadas de «brujas» Para ello, la familia ha colocado elementos protectores en las principales vías de acceso a la casa. El mal encarnado en las brujas es combatido mediante un remedio
físico dispuesto de manera estratégica en las zonas de entrada-salida de las casas. El hogar, donde se reúne la familia y se transmite la tradición oral tiene como elemento central la chimenea, una amplia vía de comunicación con el exterior.
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Por ello, el hogar ha sido objeto de diferentes rituales, unos periódicos y otros permanentes que introducen elementos protectores para evitar la entrada de las brujas
En casi todas las supersticiones populares de Salamanca «aparece un elemento material, un objeto, una planta o un animal, al que se le adjudican poderes benéficos.
Ciertas prácticas, asociadas fundamentalmente a la colocación de determinados elementos o símbolos, tienen origen profano, en viejas creencias precristianas. En
este contexto se puede entender que, además del conocido símbolo de la cruz, la arquitectura tradicional ofrece numerosos ejemplos de elementos paganos con la
finalidad de «espantar» la presencia del mal.
Los espantabrujas
En este contexto destacan los conocidos como «espantabrujas», piezas singulares que rematan algunas chimeneas para proteger la parte más vulnerable de la casa.
Esto se basa en la creencia popular de que las brujas sobrevuelan los tejados montados en sus escobas y pueden introducirse en las casas por los vanos de las
chimeneas.
Existe la hipótesis de que los espantabrujas son simplemente un aviso por parte de los moradores de la casa a las brujas para que, si pensaban escoger esa casa para realizar sus ritos, iban a encontrarse con un arsenal de amuletos o ritos en su contra
Los espantabrujas de Villarino de los Aires
Jose Antonio González en su trabajo «Espantabrujas en las chimeneas de Villarino de los Aires » para la revista estudios que la Diputación de Salamanca edita, describe la diversidad de estos elementos protectores que en esta localidad de la comarca de Vitigudino, existen. Aquí la creencia en la existencia real de las brujas sigue viva.
Cualquier visitante que pasee por las calles de Villarino de los Aires puede observar tres tipos de espantabrujas, piedras de granito de diferentes formas, piezas de cerámica y recipientes de vidrio.
Entre los de cerámica llama la atención el uso de botijos y cántaros y en cuanto a los
recipientes de vidrio las damajuanas son fáciles de observar en un paseo por el
pueblo. Según creencia popular, son muy eficaces porque, al ver en ellas su cara
reflejada, la bruja huye del lugar.
En algunas casas nuevas, y en otras rehabilitadas, la tradición de proteger el hogar se
ha mantenido hasta nuestros días, recordándonos la fascinante conexión entre la
mentalidad mágica y la cultura tradicional